Su interés era sacar partido del país, como le encontraron, sin aventurar en especulaciones agrícolas unos fondos cuyos productos temían ellos no llegar a gozar jamás, ni cuidarse de que la devastación, el pillaje y el exterminio que señalaba todos sus pasos recavese injustamente sobre España, que debía recobrar con el oprobio aquel asolado país. Tal ha sido el orden con que la política ha distinguido sus medidas en la conquista, población y regeneración del hermoso país que desde las inundadas llanuras del Orinoco hasta las despobladas orillas del Hacha, forma una de las más pingües e interesantes posesiones de la Monarquía española; y tales los sucesos con que sus habitantes, reunidos en una sola familia por los intereses de una patria, han correspondido a los desvelos con que el Gobierno ha procurado elevar a Venezuela al rango que la naturaleza le asigna en la América meridional. Mulata, asómate al caney y diles que desocupen: ¡ Bajo la interinidad de los alcaldes y el gobierno de don Diego Mazariegos, sucesor de Ponce, hizo Garci González tales servicios a la provincia que puede mirarse como el ángel tutelar de su conservación.
Las benéficas combinaciones de un intendente que desplegó en Venezuela los conocimientos económicos que lo elevaron a primer ministro de la nación, hicieron que la provincia y las Antillas amigas gozasen las recíprocas ventajas de un comercio dictado por la beneficencia y organizado con todas las precauciones de la política. Onde mataba uno, prendía candela y hacía como que se lo taba comiendo asao, pa que lo vieran los fugitivos o los vigías que atalayaban sobre los moriches. Agitado y sudoroso desperté como a las nueve de la mañana. Yo lo hacía vigilar por Mauco a mañana y noche: ¿pero el tuerto me diría la verdad? Verdad que ella seguía enclaustrada en su misterio, mas yo me agasajaba con esta seguridad: son extravagancias de mujer rica. Mamá, jué que los indios le mataron a él la familia, y como puaquí no hay autoridá, tié uno que desenredarse solo. Los indios arbacos, belicosos por carácter y arrojados por resentimiento, no perdonaron medio alguno para acabar con los españoles, y para conseguirlo después de acometer los unos la retaguardia de Losada, incendiaban los otros la montaña para envolver sin recurso a sus enemigos.
Y para colmo, los indios guahibos de las costas del Guanapalo, que flechaban reses por centenares, asaltaron la fundación del Hatico, llevándose a las mujeres y matando a los hombres. Pues que se larguen desde ahora, en la curiara del hato, y no vuelvan más. Pues manden a sus nuevos criados -repetía Franco. Franco y don Rafo, después de un apretón amistoso, regresaron con los del grupo hacia la cocina. De ningún modo: Alicia y yo nos alojaremos en la enramada -dije avanzando hacia el corrillo. Yo, a oscuras, equipaciones futbol esgrimía los puños a diestro y siniestro hacia cualquier sitio donde oyera una voz de hombre. Los gandules permanecieron fervorosos, como en un templo, y el viejo Mauco, después de hacer en el aire algunos signos de magia, masculló una retahíla que se llamaba «La oración del justo juez». Y corriendo, corriendo entre claridades desmesuradas, observamos que la casa del hato ardía también y que la gente daba alaridos en los montes. Es el dueño de la casa. Sin embargo, dos días después de nuestra llegada, vinieron del hato unos hombres enjutos y pálidos cuyas monturas húmedas disimulaban su mal aspecto con el bayetón que los jinetes dejaban colgando sobre las rodillas.
Brincaba en los matorrales la fiera indómita al sentirse cogida, y se aguijaba tras del jinete ladeando su media luna de puñales. Del otro lado del monte pidieron a gritos la curiara y, creyendo no ser oídos, hicieron disparos de winchester. No querían prestarme cabayo, pero apenas comenzó la «juerga» me traje la curiara de ayá. Como advirtiera que estaba en traje de alcoba, se fue con pretexto de vestirse, llevando dentro de la mano ahuecada la luz de una vela. ¿Le doy por los botones lo que le dije? Mi sensibilidad nerviosa ha pasado por grandes crisis en que la razón trata de divorciarse del cerebro. ¿Qué ha pasado por aquí? ¿Qué estarían haciendo? ¿Cómo calificarían mi conducta? Mamá -dijo rascándose la cabeza- ¿cuál jué el entrometío que yevó al hato el chisme de la mercancía? Vaya usté al hato pa que vea cosas regaláas. Me vine alarmadísimo porque esta noche al yegar al hato con la torada supe que Barrera había mandado una comisión. Primero lo envió al Brasil, residencia de los principales accionistas, con un gran cargamento de caucho, y ellos le rogaron que aceptara la gerencia de la explotación; mas la rehusó por carecer de aptitudes.
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