Los follajes de las palmeras que nos daban abrigo enmudecían sobre nosotros. Después, entre yerbales llovidos donde las palmeras iban enderezándose con miedo, proseguimos la busca de la bestiada, y ambulando siempre, cayó sobre nosotros la noche. Porque el alma de Alicia no te ha pertenecido nunca, y aunque ahora recibas el calor de su …